¿Las empresas españolas ganan dinero suficiente para subir los salarios?
En los últimos años, el debate sobre los salarios en España ha ganado peso en la agenda política y mediática. Con una inflación que ha erosionado el poder adquisitivo de los trabajadores, el Gobierno ha defendido sucesivos incrementos del salario mínimo interprofesional (SMI) como vía para garantizar condiciones dignas. Pero surge la pregunta clave: ¿tienen realmente las empresas margen para asumir una subida generalizada de sueldos?
La respuesta, como casi siempre en Economía, depende. No todas las empresas son iguales, ni operan en las mismas condiciones. Pero si analizamos los datos más recientes sobre rentabilidad, costes y productividad, la conclusión general es clara: mientras que algunas grandes empresas sí disponen de margen para elevar salarios, una amplia mayoría de pymes, especialmente microempresas, enfrenta serias dificultades para hacerlo sin comprometer su viabilidad. España es un país de pymes. Más del 99% de las empresas tienen menos de 250 empleados y, de ellas, el 93% son microempresas con menos de 10 trabajadores. Este tejido empresarial tan fragmentado y de reducido tamaño determina en gran medida las capacidades económicas del país.
Las grandes empresas han demostrado gran capacidad de aguante tras la pandemia, absorbiendo buena parte del incremento de la actividad económica generada gracias al consumo tanto público como exterior (servicios turísticos y no turísticos). Según el Banco de España y la Agencia Tributaria, han recuperado márgenes de beneficio e incluso los han superado en algunos sectores estratégicos como la energía, la banca o la tecnología (+5,6% interanual en 1T 2025). Este tipo de compañías, con mayor productividad, poder de mercado y acceso a financiación, sí tienen margen para subir salarios. De hecho, muchas lo han hecho en 2024, especialmente para perfiles cualificados escasos.
Gráfico 1: Evolución de los salarios en las grandes empresas
Fuente: Agencia Tributaria
Pero la situación cambia radicalmente al descender en el tamaño empresarial. Las pequeñas y medianas empresas, que sostienen la mayor parte del empleo, han visto cómo sus márgenes se erosionaban por el aumento acumulado de costes y una productividad que no termina de despegar. Precisamente, esta distinción es crucial para no confundirse con la evolución que muestran los indicadores que provienen de fuentes fiscales como el Observatorio de Márgenes Empresariales que inauguró hace dos años la Agencia Tributaria. El peso de las grandes empresas es tal que distorsiona completamente el significado del indicador.
Gráfico 2: Evolución del resultado bruto de explotación
Fuente: Agencia Tributaria
Rentabilidad y productividad en retroceso
Según los últimos informes de la Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa (CEPYME), la rentabilidad media de las pymes ha caído un 12% desde 2019. Las microempresas, en particular, muestran una tendencia preocupante: el volumen de ventas por empleado ha bajado durante seis trimestres consecutivos. En otras palabras, generan menos ingresos por cada trabajador, justo en un contexto en que los costes laborales no han dejado de subir.
Gráfico 3: Evolución de las ventas por tamaño de empresa
Fuente: https://cepyme.es/storage/2025/03/Indicador-CEPYME-4TRI2024DEF-1.pdf
Desde 2019, el coste laboral medio ha aumentado un 18%. Parte de este incremento responde a subidas del SMI, que ha pasado de 735 euros en 2018 a 1.134 euros en 2024. En términos sociales, esta medida ha contribuido a mejorar los ingresos de los trabajadores más vulnerables. Pero desde el punto de vista empresarial, ha supuesto un ajuste costoso, sobre todo para sectores con baja productividad como el comercio, la hostelería o el transporte.
Si se suma el encarecimiento de materias primas, energía, logística y financiación, el cóctel es complejo. Muchas pymes operan ya con márgenes muy estrechos. Según CEPYME, el 80% no tendría capacidad para asumir nuevas subidas salariales sin apoyo adicional.
Un entorno hostil para las pymes
Además del contexto macroeconómico, las pymes afrontan desafíos estructurales como son un menor acceso al crédito, menor digitalización, menos capacidad para trasladar subidas de costes a los precios… Esta situación las convierte en el eslabón más débil de la cadena económica.
Un dato especialmente revelador: desde la pandemia, el número de microempresas ha caído un 1%, mientras que las grandes han aumentado casi un 20%. El tejido empresarial se está reconfigurando, y la presión sobre las pequeñas podría agravarse si se siguen imponiendo cargas sin un enfoque diferenciado.
El Banco de España ha sido claro en sus informes: las subidas salariales deben estar vinculadas a mejoras de productividad. Sin ese binomio, se corre el riesgo de generar más paro o informalidad, especialmente en las empresas pequeñas. No se trata de oponerse a mejoras salariales, sino de reconocer que no todos los negocios pueden soportarlas del mismo modo.
¿Qué se puede hacer?
El objetivo de mejorar los salarios es legítimo y necesario. Pero debe abordarse desde una lógica que combine equidad con sostenibilidad empresarial. Algunas medidas posibles incluyen, por ejemplo, diferenciar por tamaño y sector, ya que no todas las empresas pueden subir sueldos al mismo ritmo. Es razonable exigir más a quienes tienen más recursos. En segundo lugar, incentivar la productividad a través de la formación, la digitalización y la innovación. Tercero, aliviar la presión fiscal y burocrática reduciendo cotizaciones sociales o dar incentivos fiscales a las empresas que suban salarios de forma sostenible. Por último, facilitar el acceso a financiación dadas las dificultades para obtener créditos a precios competitivos. Esto las limita a la hora de invertir o contratar.
Conclusión
Subir los salarios en España es una cuestión clave para sostener el consumo y el crecimiento. Pero pretender que todas las empresas lo hagan al mismo tiempo, sin considerar su rentabilidad o productividad es ignorar la realidad de nuestro tejido empresarial.
Las grandes empresas sí tienen margen. Las pymes, en cambio, necesitan acompañamiento. No se les puede exigir más sin ofrecer herramientas para resistir. Si queremos salarios dignos y empresas viables, debemos construir un marco más realista, gradual y adaptado. Solo así se logrará una mejora salarial que no destruya lo que intenta proteger: el empleo.