Un gran problema para Francia

El Fondo Monetario Internacional, en su Informe “Perspectivas de la Economía Mundial, ponía de manifiesto su preocupación respecto a la consolidación de las cuentas públicas en Francia, puesto que prevé un déficit público del 6% para este año.

Este profundo desequilibrio, tiene un componente cíclico debido al funcionamiento de los estabilizadores automáticos, en época de recesión los ingresos se contraen automáticamente y algunos gastos públicos se incrementan automáticamente como los subsidios de desempleo, por tanto, este componente, se equilibra cuando la economía crece. Sin embargo, el factor más peligroso es el déficit estructural que se debe su propia estructura, como es el caso del Sistema Público de Pensiones; su resolución requiere de profundas y acertadas reformas estructurales.

La financiación del déficit público provoca un incremento de la deuda con el consiguiente aumento del interés. Asimismo, puede provocar necesidad de financiación externa, si el ahorro nacional no es suficiente para financiar la inversión y el déficit público; pudiendo provocar el déficit de la balanza por cuenta corriente un estrangulamiento del crecimiento, como ocurrió en España en el año 2008.

La reducción del déficit público en Francia, al igual que en España, solo se puede realizar reduciendo el gasto público, puesto que alta presión fiscal limita la subida de impuestos, que incluso podría reducir la recaudación impositiva como demuestra la demuestra la famosa Curva de Laffer.

El primer ministro Frances Francaís Bayrau, planteo la necesidad de reducir el gasto en 44.000 millones de euros, correspondientes sobre todo del estado de bienestar, puesto que ha puesto de manifiesto de una manera realista, que este es insostenible en las condiciones actuales. Además, para aumentar la producción, pretende reducir el calendario festivo, en dos celebraciones al año. Sin embargo, la respuesta política ha sido su salida del Gobierno por haber perdido una moción de confianza, lo que pone de manifiesto el rechazo irracional a sus propuesta por una parte de la clase política, lo que es ilógico y populista

Ha sido el primer político que ha dado un paso al frente, pero sin lugar a duda lo tienen que realizar la mayoría de los países de la UEM, entre ellos España, enfrentándose a esta realidad, como ya lo tuvo que hacer Rodríguez Zapatero en el año 2010; con el consiguiente coste político que representa.

 

LA FED ARRANCA Y EL BCE FRENA.

Los Bancos Centrales, y en especial la FED y el BCE, llevaran a cabo una política monetaria ultra expansiva durante las dos primeras décadas del siglo actual, que favorecieron enormemente el sobre endeudamiento y que situaran los tipos de interés en términos negativos; lo que es una contradicción en sí mismo.

Esta situación junto con el estrangulamiento de las cadenas de producción como consecuencia de la crisis del covid, provocaron un fuerte repunte de la inflación, que, en la mayoría de los países desarrollados, incluida España, supero los dos dígitos.

Este grave desequilibrio favoreció un cambio de la política monetaria, con importantes elevaciones de los tipos de interés.

Una vez que se moderaron los precios, el BCE inicio una bajada de tipos hasta situarlos en el 2% actual; sin embargo, La FED los mantiene en el 4,5-4,25% por el riesgo inflacionista que pueden provocar los aranceles; si bien según los analistas, la FED los podría reducir ya en septiembre, con un IPC alto del 2,7% en julio, y a pesar del fuerte crecimiento del PIB durante el segundo trimestre, por el mal comportamiento del empleo.

Esta política bajista se podría seguir repitiendo en los próximos meses.

Sin embargo, el BCE tras ocho reducciones de los tipos de interés, los ha mantenido en la reunión de julio; lo que hace presagiar que afortunadamente, no parece que se vuelvan a cometer los errores de principios de siglo.